Conjugar el pensamiento teórico y la práctica, suele ser mucho más difícil de lo que debería. Esto, por supuesto, no es novedad. Immanuel Kant tiene un ensayo de juventud que lleva el tremendo (y extenso) título En torno al tópico: "Tal vez eso sea correcto en teoría, pero no sirve para la práctica”. Particularmente en el teatro, existe una amplia difusión de la idea de que tanto el crítico, como el investigador y el profesor, son teatristas frustrados. Es verdad que la Academia suele cerrarse en sí misma con un lenguaje hermético que excluye, es inconducente y lleva años decodificar. Pero también es cierto que hay falta de estudio e información en una gran cantidad de teatreros. Camila Mansilla refleja uno de los pocos casos exitosos de conjugación entre ambas cosas. Es licenciada y profesora en Artes (UBA), está trabajando en su doctorado y acaba de estrenar una obra.
- Me formé como actriz, trabajé y di clases de actuación. Desde hace un tiempo, con el inicio de la beca de doctorado, dejé todo el trabajo relacionado con la práctica teatral para tener más tiempo. Pero hace unos años empecé a hacer algo a medio camino, asistiendo en dramaturgia a directores o actores. Lo de la teoría y la práctica para mí nunca fue un tema de reflexión. Nunca viví esa relación como un conflicto. Obviamente sé de la discusión y de las opiniones, pero en el trabajo, frente a todas las preocupaciones, ocupaciones que exigen hacer cosas que te gusten y te expresen, me resulta inútil. Hago lo que me gusta. La Facultad y todo el mundo de lo teórico, vinieron porque hacía teatro y quería tener un espacio para conocer más.
- La docencia tuvo mucho que ver en la convivencia pacífica entre una cosa y otra, ¿no?
- Más o menos. Empecé a armar los seminarios de historia y análisis para actores, primero en lo de Augusto Fernándes, donde daba clases de actuación para adolescentes, y después en lo de Julio Chávez, donde todavía estoy. Además, claro, de las clases en la UBA. Pero de los bandos, de todo eso... no quiero ni opinar.
- Sin embargo tenés una opinión...
- Tal vez sí tenga una opinión, fruto de mi formación, con respecto a la teoría; pero no en general, sino en relación a lo que hago yo en el espacio de la teoría, y es que siempre quisiera hacer cosas que no se desvincularan de lo que es el teatro para mí. Es decir, que quiero que mis producciones escritas, ahora la tesis doctoral, sean parte de un mismo movimiento.
- Hace bastante que no estás arriba de las tablas. Matrioshka, ¿tiene que ver con una necesidad de volver al escenario?
- La obra surgió a partir de la necesidad personal de iniciar una etapa nueva de trabajo y está relacionada con el origen del elenco. Yo daba clases de teatro en el Instituto Divino Corazón (dejé de dar hacerlo en 2003 y mantuve al grupo bajo mi dirección hasta 2004). Mercedes Membibre (Marcela) y Clara Membibre (Karina) fueron alumnas mías desde 1996 y actualmente es Clara quien da clases de actuación. Con ellas y otras alumnas más armamos el grupo Las Raulas, con el que hicimos varias obras: Raulas, dos historias, Sepia y Edgar Cevallos; todas presentadas en el Centro Cultural Adán Buenosayres . Con las dos primeras participamos y ganamos los dos festivales de teatro para adolescentes, organizados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Con Sepia también nos presentamos en un concurso que se hizo en Galerías Pacífico, donde obtuvimos el segundo premio y después hicimos funciones en el Centro Cultural Borges. Mercedes y María Clara fueron distinguidas con el premio a la mejor actuación en el II Festival. Pero el grupo Las Raulas tenía un límite muy preciso: las integrantes no habían sido elegidas por mí (eran alumnas del colegio) y no todas tenían muy en claro por qué elegían estar en el grupo. La naturaleza del grupo se definía más por un entusiasmo estudiantil que por algo teatral. Resolví disolverlo y decidí empezar a armar algo con Meche y Clara. Boceté la historia y empezamos a trabajar.
- La obra tiene cuatro personajes. ¿Cómo fueron incorporándose?
- Al principio el material sólo tenía tres personajes principales: Marcela, Karina y La Tamir. La madre sólo aparecía muerta y en una escena pasaba por atrás. Rápidamente convocamos una niña actriz, a la que después de un tiempo tuvimos que reemplazar, porque, al ser chica, era bastante complicado conciliar horarios. Luego surgió Roberta Villalba, que estaba estudiando comedia musical en la escuela de Julio Bocca y había sido alumna de Luz Palazón, quien me la presentó. Básicamente, lo que buscaba para la Tamir era una chica con ciertas características físicas. Valeria Grossi se incorporó en esta etapa y ahí surgió la posibilidad de darle más lugar al personaje de la madre. Ella pertenece al elenco de Julio Chávez (Grupo Baal), es actriz y profesora de teatro. Incluso ganó el premio ACE a la actriz revelación por la obra Angelito Pena.
- O sea que trabajás con un boceto inicial, pero modificás la dramaturgia en función no sólo de lo que el elenco propone, sino del elenco en sí.
- El texto se fue armando en el trabajo de ensayos. Escribo a partir de lo que imagino en el trabajo concreto de la escena. La historia surgió cuando conocí, en una de las Jornadas del mito clásico (jornadas que organiza anualmente el Dr. Hugo Francisco Bauzá en la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires) el ritual ruso de la quema de las muñecas. Como profesora y en el contexto del grupo Las Raulas, siempre escribí a partir de la necesidad de hacer. Siempre en función del grupo y de lo posible. Esta vez fue la primera que me corrí de ese lugar, para pensar qué quería contar, cómo y con quién. Quería hablar de la adolescencia, de la tortura estúpida, de esa mezcla de muerte e ingenuidad que todavía aún recuerdo de mi adolescencia en los ´80. Quería contarlo como me gusta a mí, escuchar una historia, con suspenso, con misterio, con contradicción. En realidad, quería contar un gran malentendido. Con respecto a la construcción del texto, primero pienso el tema o la historia y después me gusta pensar en una estructura o género que lo contenga. El texto dramático definitivo se va armando durante los ensayos sobre un guión que está desde el principio.
- ¿Te llevó mucho tiempo terminarla? Porque trabajando de esta manera, lo más difícil suele ser darle un cierre.
- En realidad soy bastante expeditiva. La obra empecé a pensarla en 2005 y los ensayos comenzaron ese mismo año. En 2006 conformamos el grupo definitivo. En diciembre del año pasado mostramos la obra en el estudio de Julio Chávez, reescribí parte del material y en julio de este año estrenamos.
- ¿Se podría decir que ya sos una dramaturga con título?
- Actualmente estoy escribiendo; no sé si esto es ser dramaturga o qué. Creo que es hacer teatro e ir buscando cómo se puede hacer. Estoy escribiendo con Julio Chávez un material para este año y también armando otro, Los Zunz (sola), con parte del elenco de Chávez.
Es decir que con esto queda demostrado, como dijo Kant, que frases hechas del estilo "Tal vez eso sea correcto en teoría, pero no sirve para la práctica”, deben ser necesariamente cuestionadas. Es que el sentido común no siempre tiene la razón.