El Galpón de Catalinas es una sala atípica por varios motivos. Uno de ellos es que su existencia es el fruto del trabajo de un grupo importante de vecinos, es decir, es la sala de un grupo de teatro comunitario. El otro, y casi directamente relacionado con el primero, es que se trata de un espacio enorme, que alberga producciones grandes (Catalinas tiene 300 integrantes). Y esto es bastante inusual dentro del espectro de salas que no pertenecen al circuito comercial ni al oficial. Adhemar Bianchi, director del grupo, cuenta en esta entrevista cómo y por qué nació el Galpón, y explica cómo Catalinas, un emprendimiento que ya tiene 26 años de existencia, lleva adelante desde 1997 este espacio teatral de La Boca.
-¿Desde que año existe el Galpón de Catalinas y cómo surgió en el grupo la necesidad de una sala?
-El grupo de teatro Catalinas nació en la plaza del barrio, la plaza Malvinas. Estuvo muchos años trabajando allí. Lo que pasó fue que empezó a avanzar la autopista. Y cuando ésta se inauguró, nos dimos cuenta de que con el ruido que había allí se ponía muy difícil ensayar y hacer funciones, excepto los domingos, que es cuando había menos tránsito. Agregado a eso, la necesidad de tener un espacio un poco más grande que el que teníamos alquilado para ensayar cuando hacía frío y para guardar nuestras cosas, planteó la inquietud de conseguir un lugar distinto. Salimos a buscar por el barrio y apareció este galpón. Un día vi salir de aquí a un tipo (yo había observado esta esquina muchas veces) y le dije: "Perdón ¿puedo mirar adentro?". Entré y vi que no tenía ninguna columna. Fue así como nos pusimos a conversar con esta persona, que trabajaba en la empresa que era dueña del galpón. Este sitio era un depósito de tintas de una imprenta. Recuerdo que estaba todo sucio. Por intermedio de este hombre pudimos conectarnos con los dueños. Les planteamos que queríamos alquilar, pero también, que teníamos interés en comprar. Y alquilamos. En aquel momento fue difícil, porque nosotros pagábamos -suponete- 300 pesos y empezamos a pagar 1200. Comenzamos a hacer fiestas, en las que recaudábamos, a limpiarlo y a aprontarlo como sala para el primer Festival Internacional de Buenos Aires, en el que participamos con nuestro espectáculo Venimos de muy lejos. Abrimos en octubre de 1997. Fuimos arreglándolo, (juntando dinero con fiestas y funciones) comprando ladrillos, consiguiendo mano de obra. En aquel momento salieron los planes Trabajar y nosotros teníamos muchos jóvenes del barrio que no tenían laburo. Nos presentamos y conseguimos uno. Después fuimos modelo en eso. Como plan, tenía características asistencialistas, pero acá funcionó. Cuando vieron cómo, a partir de ese impulso, se armó un teatro, quedaron bastante asombrados. Desde aquel momento esta sala fue creciendo en infraestructura. Primero fue nada más que una grada, después fueron los camarines de arriba. En 1999 compramos el galpón. Al tiempo, como el lugar ya nos quedó chico, alquilamos el galpón de atrás. Y así llegamos al presente, en el cual sacamos el techo, hicimos una loza y nos estamos preparando para hacer un primer piso arriba. Todo esto gracias a que siempre hemos tenido mucho público. El hecho de ser un emprendimiento que no es comercial, en el que el dinero se reinvierte en el mismo proyecto, nos ha permitido crecer.
- ¿Con qué criterio se diseño la sala?
-Uno de los fundadores del grupo, Mario Sacco, arquitecto, quien conocía cómo trabajábamos, fue el que hizo el primer plan, planteando una sala que fuera movible. Después, la realidad hizo que una de las gradas quedara fija, pero hicimos el diseño de una grada que se pudiera mover y permitiera el doble frente. La sala, en general, tiene un criterio de plaza techada. Si uno ve nuestros espectáculos, se da cuenta de que tenemos altura, que nos manejamos como si trabajáramos en la plaza. El lugar se armó como una especie de gigantesca corona abajo, con pasillos arriba, lo que nos permite que los espacios escénicos puedan estar en cualquier lugar (salimos desde atrás del público, desde un costado, etc.). Eso es muy bueno, porque nos permite hacer un tipo de puesta que no remita al teatro a la italiana.
-¿Cómo se mantiene el Galpón de Catalinas?
-Fundamentalmente con la taquilla. Por supuesto tenemos, por el lado del Instituto Nacional del Teatro, un dinero por mes, pero obviamente ese dinero sólo da para pagar la luz o el teléfono. La sala se mantiene con al taquilla y con los Amigos Utópicos, que pagan una cuota por mes y vienen gratuitamente. Se tata de una cuota que empezó a 5 pesos y que ahora es voluntaria. Hay gente que pone hasta 30 y otra que pone 10. Esa economía que tuvimos fue la que nos permitió, aunque nos quedamos cortos y no pudimos todavía terminar, pensar en la construcción de un primer piso. A eso se agregaron algunos subsidios que conseguimos del INT, para hacer la sala y un dinero del INAES, Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social, que nos permitió plantearnos este proyecto. Obviamente costó el doble. Hubo dinero que conseguimos nosotros y otro tanto que estamos debiendo. El Banco Credicoop nos dio un crédito muy rápido y eso hizo que pudiéramos llegar hasta acá con la obra. Ahora estamos pensando cómo terminamos lo que falta.
-¿Y cuál es el plan? ¿Construir para arriba para hacer qué?
- En principio, para no tener que pagar alquiler. El galpón de al lado, lógicamente, va subiendo poco a poco su costo. Es un dinero por mes que nos convendría ahorrar para otra cosa. Allí tenemos nuestras oficinas, nuestra guardería, nuestros talleres de construcción. Haremos arriba salones para los talleres. Pero estamos planificando todavía.
-¿Cómo se organiza la programación?
-Lo que se muestra, básicamente, son las producciones del grupo. Dado que esto no es una empresa comercial y que aquí la gente viene a crear en conjunto, éste espacio está para mostrar esa creación, lo cual implica tener lugares para ensayar, jugar, entrenar. Hay orquesta, hay títeres, circo, de modo que tampoco tenemos la sala disponible como para organizarla comercialmente. Funciona de viernes a domingo con producciones propias o con producciones que son de grupos hermanos o que nos interesan por lo que son. Hemos traído las murgas de Uruguay, actuó el Circuito Cultural Barracas, César Brie y otra gente con la cual tenemos una relación estrecha, que nos apoya y a la que apoyamos. También muchas veces la sala funciona con espectáculos solidarios, (muchas cuestiones territoriales). Esos espectáculos no se arman como programación, pero cuando nos piden la sala para algo que tenga que ver con el territorio, muchas veces la prestamos.
-¿Hay un equipo de dirección que decide lo que va en la sala?
-Tenemos, además de la comisión directiva legal, como tiene toda asociación, un grupo artístico y de gestión integrado por aquellos que coordinan los talleres, dirigen los espectáculos, que llevan adelante el trabajo con la Red de Teatro Comunitario, con el gobierno nacional y de la ciudad, con las organizaciones sociales. Es un grupo de unas diez personas. La comisión directiva está integrada, además, por otros compañeros que no están en la gestión porque trabajan de otra cosa y en otros horarios. La comisión directiva se junta cada 15 días y el grupo de gestión una vez por semana y decide cuestiones de programación y organización.