Ostras frescas

Palabras del autor: Leí las obras de Chejov como si me invitaran a una fiesta. Viajé a otra tierra y vi a los dueños perder sus posesiones mientras hacían planes para el futuro. Algunos eran maestros rurales. En todo momento había luz de día. Las casas tenían techos altos. Aquellos conversadores habían leído libros, a veces tocaban el piano o comían fruta. Sabían de la agronomía, la administración de estancias, y también acerca de las constelaciones estelares. Todos aquellos habladores sabían algo acerca de algo... En 1994 adapté uno de los vodeviles de Chejov. Fue la primera obra que dirigí, la primera de una serie de obras que compartí con mi amigo Osmar Núñez. Osmar siempre hablaba de Chejov, decía que en sus obras “había de todo”, que ahí “estaba todo”. Le hice caso y tomé la mano de Chejov como se toma la mano de un maestro, dándole gracias, creyendo que es posible atrapar un perfume... Hará diez años, leí unas palabras de Gorki sobre la vida y obra de Chejov. En ese prólogo, fechado en 1898, encontré la anécdota para ilustrar con mi corta pieza titulada Ostras frescas. Hoy volví a buscar la fábula contada por Gorki y no la encontré, no pude. En el epígrafe de mi texto hago el debido reconocimiento, pero no puedo encontrarla en este libro que tengo en mis rodillas. ¿Será que esas letras impresas cambiaron de lugar...? Dora Milea me pidió que escribiera algo sobre Ostras frescas. Trato de hacerlo... Escribí esos diálogos jugando con las palabras de ese poco probable idioma en que tradujeron a los rusos (no sé nada de idiomas, pero las personas no hablan así en este planeta). Escribí Ostras frescas “de una sentada” -como solían decir- como un pescador que silba para entretener su espera. ¡La espera, la obra se trataba de una espera...! Pero sin cargar las tintas sino cuchicheando suavemente, reunidos por el ridículo, bufoneando, asumiendo lo extraño que somos, nosotros las personas. Y sin llegar con este pensamiento a nada... Chejov pedía para la realización de sus obras que los actores llevaran zapatos amarillos y calcetines de color lila. Cuando hicimos, junto con Osmar Núñez, una versión teatral de la historia de Carver “Tres rosas amarillas” lo tuvimos en mente. Si un personaje llevaba paraguas, era la posibilidad de que el paraguas se cayera de la mano. ¡Ninguna certeza! Sé que para vivir en una obra de Chejov hay que fumar cigarros hasta que el tabaco se pegue al labio y tomar aguardiente de caña (eso aquí, en Buenos Aires). Y saber cómo jugar a las cartas: jugar como si se tratara de la vida... Espero que Dora sea compasiva con este par de hombres que espera la llegada de un tren (es todo lo que sucede en Ostras frescas), que los actores no se priven de hacer bromas, y se permitan ser “alegres y sentimentales”. Luis Cano

2° Premio en el Concurso de Teatro de la Dirección General de Promoción Cultural, Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, correspondiente al bienio 2000/2001, categoría obra estrenada. Buenos Aires 2007.

Texto publicado en volumen colectivo Editorial Nueva Generación 2001, Luis Cano. Efectos de escritorio Aurelia Rivera Grupo Editorial 2005. Volumen individual de la Colección Teatro Vivo 2006. E Imágenes de una novela, Luis Cano. Ediciones Artes del Sur, 2010.

Terna al Premio Teatral María Guerrero, Rubro Autor Argentino, Asociación Amigos del Teatro Nacional Cervantes 2012.

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