Henry returns

Henry Returns, obra de Gustavo Manzanal, basada en la intensa, inquietante y atractiva vida del escritor Henry Miller, cuenta la reaparición del escritor norteamericano, rodeado por un grupo de ‘alteregos’ o Duendes (como se apelan en libreto), casi sus dobles, con quienes comparte momentos de sus textos, anécdotas (como algunos de sus contactos erógenos con personajes de su obra, o la infidelidad de su esposa con otra mujer, o de cuando su terapeuta se tornó su paciente, o la última visita a los padres luego de varios años de no verlos), y todo en nombre de un regreso de la muerte tras el deseo en vida de convertirse en músico. Es así que entre todos terminan convirtiéndose en una banda, que no abandona ni su mensaje ni su mirada románticamente pornográfica de la realidad, sino que se refortalecen en el conjunto y renuevan la estética milleriana, crítica pero a la vez sugestiva e implicada (pero principalmente poética y profunda).

Hacer un escritor en el teatro es algo así como ponerle pátina a la voz.
Los personajes, en general, hablan desde dentro de la escena, mientras que los escritores lo hacen desde fuera. Cuando uno ingresa a un escritor al escenario, entonces el mensaje retumba. Porque lo que habla suena dos veces, en la corporización del que dice y a través de su decir inmortalizado. Es decir, el teatro se vuelve un fenómeno de resurrección mul-tiplicado, sostenido por las palabras que resucita cada vez, y en esta ocasión, por la pre-sencia que reanuda.

Regresarlo a Henry es más que una aventura: es un sueño hecho realidad, es lo que uno quisiera hacer con esas almas notables, contestatarias y estimulantes.

Es volver sobre la idea, sabiendo, como él decía, que una idea hermosa no se compara con darle expresión, expresión permanente.
Nos permitimos traerlo con su palabra aún atildada y potente, su pasión descontrolada -y hasta por momentos de una dulce pornografía-, y, en especial, con ese inmenso amor a la música, que le hizo pensar que ella sobreviviría a todo lo demás.